Publicamos comentario de amable lector a favor de la libertad de expresión
Por A. Gabriela G. Buenrostro
08 de enero del 2008
En La Jornada de hoy, Emir Olivares escribe una nota referente a la reacción de Javier Mérida, director de la W, y de Daniel Moreno, director de contenidos de la misma estación. “Mérida se dijo sorprendido de que diversos medios de comunicación y algunos personajes de la política manejaran la versión de que la salida de Aristegui se haya debido a un acto de censura”.
Asimismo, afirmó que tampoco seguirán apostándole al “starsystem”. Con esto quiere decir que ningún conductor debe estar por encima de la información y que pretende homologar los contenidos. Es decir, más de lo mismo. En todos los noticieros escucharemos las mismas noticias como ocurrió con el fallido proyecto ECO.
Amén de que existen opiniones que aseguran que los que hemos exagerado al reaccionar con molestia por la cancelación del noticiero dirigido por Carmen Aristegui porque, como argumentan, se trata de una situación de índole laboral en la que el patrón ya no está interesado en el trabajo de su empleado, cabría que nos imagináramos si, de haber sido el partido de oposición el que ganara las elecciones, Carmen continuaría, como cada mañana, al frente de su informativo.
Irrefutable es que la información debe ser la protagonista, pero nadie puede negar que es muy importante quién la da a conocer. No se trata, pues, sólo de repetir y aventar a diestra y siniestra hechos y datos. Se necesita de una guía que nos ayude a interpretarlos y el éxito de Carmen, en este sentido, es su don de interpretación.
El “starsystem”, ése que Mérida y demás directivos no quieren seguir, es el que prevalece especialmente en los medios electrónicos en donde desfila, todos los días, la bancada televisiva y radiofónico -también están en radio-que fue a hacer bola el 11 de septiembre del 2007 con la misión de defender el derecho a la libertad de expresión. En realidad, pretendieron defender las carteras de sus patrones.
¿De quién de aquellos que estuvieron ese día se puede decir que posee agudeza crítica, que es plural y valiente para tocar los temas que “nos duelen”? En este tenor, Carmen no era la “estrella” de Hoy por Hoy. Eran los hechos y el ojo avizor de Aristegui para tocar todas sus aristas.
Qué incómodo que insistiera, por ejemplo, en que la muerte de Ernestina Ascencio se debió al ataque brutal de gente del ejército y no a un “malestar gastrointestinal”, como se adelantó Calderón a declarar. Qué molesto que hablara con Sanjuana Martínez sobre los sacerdotes pederastas y la complicidad de Norberto Rivera. Qué lata que transmitiera extractos de los discursos de Andrés Manuel. Qué terrible que reuniera a tres representantes de los tres partidos que pugnaban por la presidencia en el 2006 en sus mesas de diálogo y opinión. Y qué atrevimiento el suyo dar a conocer la plática telefónica entre Nacif y Marín hablando del justo castigo que merecía Lydia Cacho por meterse en donde no debía. Aunque lo inconcebible fue la mañana en que dijo que la Ley Televisa era anticonstitucional.
Su pecado capital, escribir lo siguiente el 14 de septiembre del 2007, tres días después del ridículo que hicieron las pandillas Televisa, TV Azteca e Imagen ante los senadores: “Me preocupa el tufillo golpista que percibo en algunos de mis colegas. No comparto en modo alguno la idea de que esta reforma constitucional ponga en riesgo ni mi libertad, ni la de ningún ciudadano de este país, para expresar opiniones de ningún tipo. Sí creo que la reforma significa un paso trascendente para la vida democrática de México.
Esas son las razones de peso que levantaron ámpula y la pusieron en la mira de los dueños. Como dijo anoche María Amparo Casar en Primer Plano: “Muchas veces especulamos razonadamente. No es una cosa que imaginemos. En efecto, aquí a pesar de que el dios rating estaba del lado de Carmen Aristegui, el dios de la comercialización también estaba del lado de Carmen Aristegui, no se le renovó (el contrato)”.
Lo que es seguro es que no se le puede acusar de no haber sido plural, punzante, suspicaz y, por sobre todo, de haber puesto a pensar a la población, asunto que, por supuesto, no le conviene ni a un gobierno ni a un sistema mediático que quiere a una sociedad ignorante.