el hombre en busca de sentido

Una reseña del Holocausto

Cultura

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Por Lizett Ortega Aranda

El hombre en búsqueda de un sentido

La historia del Holocausto siempre será inexplicable para mí. Nunca entenderé cómo la humanidad se convirtió en verdugo de su misma especie; hombres sin sentimientos protagonizaron un episodio, en el cual se percibe la deshumanización del hommo sappiens.
La especie “sabia” deja de actuar con inteligencia y manifiesta que por encima de los principios y valores universales se halla el deseo de controlar y manipular su entorno. Alemania, Hitler, nazismo, campos de concentración se convirtieron en palabras aberrantes y aterradoras para aquellas personas que tenían orígenes judíos y húngaros.
Cabe aclarar, tal y como lo hace Viktor Frankl, ni todos los alemanes fueron malos; ni todos los judíos y húngaros, buenos. Ante esta situación Viktor Frankl concluye lo siguiente:
“hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la “raza” de los hombres decentes y la raza de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes, así sin más ni más. En este sentido, ningún grupo es de “pura raza” y, por ello, a veces se podía encontrar, entre los guardias, a alguna persona decente.
La vida en un campo de concentración abría de par en par el alma humana y sacaba a la luz sus abismos. ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla del bien y del mal? La escisión que separa el bien del mal, que atraviesa imaginariamente a todo ser humano, alcanza a las profundidades más hondas y se hizo manifiesta en el fondo del abismo que se abrió en los campos de concentración”
Los hombres decentes en los campos de concentración alentaban y conmovían a Víctor Frakl, le permitían sentir que la humanidad aún existía en ese panorama desolador. Al respecto Frankl mencionó … un día un capataz me dio en secreto un trozo de pan que debió haber guardado de su propia ración del desayuno. Pero me dio algo más, un “algo” humano que hizo que se me saltaran las lágrimas: la palabra y la mirada con que aquel hombre acompañó el regalo.
Por su parte, los hombres indecentes eran personas que habían embotado sus sentimientos, es decir, habían aprendido a controlar emociones y endurecido sus mentes; habían dejado de tener compasión por el sufrimiento humano. Víctor Frankl también señala que los hombres indecentes disfrutaban de lo que hacían, eran seres sádicos que se gozaban del dolor ajeno.
A pesar del sufrimiento que experimentó Frankl en los campos de concentración, esta persona estaba consiente que ni el hombre más indecente podía evitar que disfrutará del placer de pensar en su futuro. Imaginar su libertad y el encuentro con su esposa lo llenaban de ilusión y del coraje necesario para enfrentar las situaciones más terribles e inimaginables. Con las palabras de Nietzsche, Frankl expresó lo anterior: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”
Por otra parte, Víctor Frankl menciona que encuentra el sentido de su vida en un campo de exterminio:
“No importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de preguntarnos sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente”
Con las palabras anteriores, Frankl determina que un ser humano trasciende cuando se hace consciente de que la vida espera algo de él. A partir de este momento, el hombre deja de aferrarse a vivir siempre experiencias agradables. Las experiencias desagradable pueden también propiciar hombres decentes.
De igual manera, Víctor Frankl señala que la vida es responsabilidad de cada uno; es decir hay que vivirla como si fuera la segunda oportunidad que nos brindan; por ello, expresó lo siguiente:
“Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar.”
En dicha frase, Frankl basó un principio de la logoterapia, la cual se define como un método en el que el hombre centra su vida en sus metas que alcanzará en un futuro. Uno de los objetivos de la logoterapia es lograr que el hombre le encuentre sentido a su vida y logre la felicidad, a pesar de su entorno. En cuanto al sentido de la vida del hombre Frankl cita estas palabras:
“El interés principal de hombre no es encontrar el
placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la
vida, razón por la cual el hombre está dispuesto
incluso a sufrir a condición de que ese sufrimiento
tenga un sentido”
Para concluir con esta reseña del libro de Viktor Frankl sólo quisiera señalar que a partir de que leí esta obra pude darme cuenta de que todo tiene un sentido, incluso el sufrimiento más grande, si uno así lo decide, deja enseñanzas y vivencias que ningún poder de la tierra podrá arrancarte.

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